Son las nueve de la noche de un día de invierno de 1994. El reloj musical emite su tonada a las nueve de la noche en punto. Al unísono, termina Rojo y Miel con un beso de Ángela Contreras y Bastián Bodenhöfer, quienes encarnan a los protagonistas de esta historia, al son de la canción de Keko Yungue.
-“Ya. Vean Tata Colores y se van a acostar”- dice la mamá desde la cocina, mientras prepara café para ella y el papá que verán el noticiario en donde saldrá una nota que anuncia que
Aparece un hombre de barba blanca al son de una melodía dulce, rodeado de niños y naturaleza reciclada. Los niños se acercan al televisor sabiendo que son sus últimos dos minutos del día frente a él pero no tienen problemas: son unos lindos momentos que los preparan para un tranquilo sueño.
Él, “Tata Colores” es una caricatura realizada con la técnica stop motion, creada por Vivienne Barry, quien recientemente publicó el libro “Animación: la magia en movimiento”.
Tata colores no habla, pero con sus acciones enseña cada día, de lunes a viernes, una nueva lección a los niños de finales de los ochenta y de los noventa. Por ello, hoy, luego de más de diez años, ¿quién no sentiría melancolía al escuchar esa canción con la que empezaba el breve espacio?
Este sí que es un clásico contemporáneo que es preciso recordar. Es tan simple como buscarlo en Youtube para refrescar un poco, sólo un poco, la memoria.